Pospatriarcalismo en las campañas y el debate presidencial en México

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Estamos frente a una elección histórica, es altamente probable que México sea gobernado por primera vez en la historia por una mujer. El problema es que ni en las campañas, ni en el debate vimos a esas dos mujeres, en realidad vimos a dos personas que trataban de canalizar la voz de alguien más, no sé si se trate de una fase transitoria en la que las mujeres aparecen, pero en realidad su voz no se escucha; y es que las estrategias patriarcales han sido tan efectivas que los hombres logramos imponer abierta o sutilmente nuestra voluntad o pensamiento a las mujeres que buscan liderar en distintos espacios de la sociedad, y es que en la alternancia de géneros y perspectivas, las mujeres están en búsqueda de su propia voz, de su propia manera de guiar, de gobernar, de hacer sociedad; pero los hombres no queremos permitirlo, incluso nos ufanamos y presumimos que les abrimos espacios y de nueva cuenta utilizamos su logro para presumir el propio.

En el debate lo anterior fue evidente en el lenguaje corporal de las candidatas, casi se puede sentir el peso sobre sus espaldas, los grilletes en sus pies y manos; la mordaza en sus bocas. Esa violencia simbólica se irradia a la sociedad que asiste sin entender del todo, pero que en el fondo comparte por serle algo normal, a las mujeres siempre se les exigió guardar las formas, contenerse, bajar la voz, conducirse con discreción y muchas otras fórmulas que les impiden desarrollar su propio potencial y expresar libremente su pensamiento; en este ejercicio de autoritarismo patriarcal puro, pierde toda la sociedad porque indirectamente nos autoimponemos esas mismas restricciones y nuestra frustración la dirigimos hacia el virtual contrincante político, maldecimos y vituperamos a quien piensa distinto y con eso caemos de lleno en la polarización y el odio, todas y todos controlados por ese poder patriarcal que se esconde en las sombras, que cambia sin cambiar, sí, podemos decir que ahí está finalmente una mujer pero en realidad no lo está. Ni si quiera un mayor número de mujeres significa que habrá un cambio de perspectiva.

Es una pena que el debate político esté sometido de este modo, sin libertad de expresión, sin una verdadera resistencia política, a través de una sofisticada manipulación que sólo requiere de hacer enardecer para no poder identificar cabalmente el origen autocrático de nuestras instituciones y de nuestra cultura, pero como en todo sistema sometido lo que hace falta aquí es una gran revolución de consciencias porque el efecto corruptor nos está llevando a un abismo de violencia imparable y autodestructiva.    

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